Pero las relaciones homosexuales masculinas no solo se circunscriben al ámbito bélico, hay otro ejemplo, bien conocido aunque no del todo difundido, y es el de los maestros griegos y sus jóvenes aprendices. Según explica el propio Platón en su “Banquete”, los griegos pensaban que las relaciones sexuales con las mujeres llevaba únicamente a la reproducción, mientras que hacerlo entre hombres conducía a la procreación de la vida espiritual. Por este motivo, raro era el filósofo griego que no tenía un joven aprendiz al que enseñaba conocimientos teóricos...y otros de tipo más mundano. Las relaciones sexuales en Grecia no se dividían en torno al sexo biológico de los individuos que lo practicaban, sino que se organizaban en torno a una serie de comportamientos sociales, relacionados con la edad, el prestigio social y el género.
En cuanto a la homosexualidad femenina, se conoce el caso de la sociedad dahomey, situada en África occidental, donde las niñas acuden a colegios exclusivamente femeninos donde se preparan para el matrimonio. Dentro del “temario” de estas escuelas entran materias como enseñar a realizar el coito y “dar consistencia a sus genitales”, ambas cosas necesitan de relaciones sexuales entre las niñas para poder enseñarse, y así es como se llevaban a cabo.
Otro caso de relaciones homosexuales femeninas se registró durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX en China. Allí, en los campos de explotación de la seda, trabajaban 100.000 mujeres, en su gran mayoría solteras. Estas mujeres decidieron crear hermandades formadas por ellas mismas con el fin de darse apoyo tanto económico como sentimental, llegando a formar matrimonios lésbicos de dos o incluso tres mujeres.
Otro contexto propicio para mantener relaciones lésbicas parecen ser las sociedades donde existe el matrimonio poligínico. En muchas sociedades de este tipo situadas en África como los nupe, haussa, azande o los nyakusa, se han documentado numerosos casos donde las coesposas de un mismo marido mantienen relaciones lésbicas entre ellas.
Por lo tanto, lo que nos dicen los casos etnográficos es que es precisamente la variedad de comportamientos sexuales la que predomina. De hecho podría decirse que es solo con la llegada de la sociedad occidental que la conducta sexual adopta un significado tan restrictivo y categórico como el que demuestra el caso de los susodichos estados americanos y otros tantos que se suceden a diario en todo el planeta. Y es solo el etnocentrismo y la penosa amplitud de miras de nuestra sociedad la que impide ver en este tipo de comportamientos algo totalmente natural y hasta común en la especie humana.
El ser humano ha hecho de las relaciones sexuales algo diferente a la mera reproducción biológica (donde, efectivamente, no queda otra opción que juntarse un varón y una hembra para poder procrear), y estas relaciones sexuales se basan en el afecto, el respeto y sobre todo en un afán por disfrutar de estas relaciones. Lo que se busca es el goce, el placer, el disfrute, y nada hay escrito en nuestros genes que diga que unas relaciones heterosexuales son más placenteras que otras heterosexuales, por lo que ambas, y otras que puedan ocurrírsele a cada persona, son igualmente válidas en la búsqueda del placer sexual.
Bibliografía; los datos etnográficos nombrados en estos dos post, están sacados del libro de Marvin Harris “Nuestra Especie”.
19 nov 2008
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