La mayoría de medios de información de masas se hicieron eco la semana pasada de todo lo que ocurría en las elecciones de los Estados Unidos. Entre otras cosas, en ellas se votaba si se aprobaba o no el matrimonio gay en varios estados. Tanto en California, Florida como Arizona votaron que no, viendo un claro retroceso en los derechos sociales, ya que en California estaba aprobado hasta ese momento. Así que a partir de ahora, los matrimonios serán “como toda la vida”, tal como los más conservadores quieren.
Seguramente este sea el origen de la persecución de gays y lesbianas en la sociedad occidental; proteger la familia heterosexual y darle al matrimonio una naturaleza exclusivamente reproductora. Esto se entiende mejor si aludimos a la fecha en que esta persecución se inició, que en la sociedad occidental se remonta a la revolución agraria, cuando las sociedades estaban mas necesitadas de mano de obra y por lo tanto de mas nacimientos que asegurasen esta mano de obra en el campo. Y es a partir de aquí cuando el acostarse con una persona del mismo sexo comienza a ser perseguido institucionalmente.
Pero, ¿que podría aportar la antropología a este debate?, ¿es natural o antinatural, tal como algunos detractores argumentan, el hecho de tener relaciones con una persona de tu mismo sexo?, ¿no estaría el ser humano obligado a copular siempre junto a un individuo de sexo contrario porque esta es la forma original en que nos reproducimos?. Intentemos aclarar alguno de estos puntos acudiendo a las fuentes etnográficas e intentando sacarnos esas gafas etnocéntricas con las que siempre entendemos la realidad.
A lo largo de todos los años en que la antropología ha estudiado diferentes sociedades se han encontrado numerosos casos de comportamientos homosexuales tanto femeninos como masculinos, si bien es cierto que estos últimos están mucho más documentados. En parte por estar mas institucionalizados y en parte por ser más visibles estos casos a la androcéntrica mirada del observador occidental. Los Azande de Sudán meridional tenían un ejército permanente formado por guerreros y jóvenes aprendices, los guerreros vivían durante el periodo de formación en el campamento militar, donde tenían relaciones con sus aprendices por la noche (la relación preferida consistía en introducir el pene entre los muslos del muchacho joven). Al madurar, estos guerreros abandonaban el campamento, pagaban el precio de una novia y dejaban a sus muchachos-novias para casarse y tener hijos con su esposa, a la vez que los aprendices tomaban otro muchacho joven al que enseñaban las artes bélicas y con los que tenían relaciones sexuales.
En las tierras altas de Papúa Nueva Guinea las relaciones homosexuales de chicos jóvenes también forman parte de un complejo y prolongado rito de paso que convierte a los niños en varones y fornidos guerreros. Existe la creencia en esta sociedad de que es el semen el que hace de los hombres precisamente eso, hombres, y cuanto más se posea, mejor guerrero y mas varonil será. Y la mejor forma de obtener este preciado elemento es tragando el de otros hombres y guerreros de mayor categoría a través de una felación. Además, como ejemplo del valor que le dan al semen en esta sociedad, los hombres se cuidan mucho de limitar sus relaciones matrimoniales para no “malgastar” o dar demasiado semen a su mujer, ya que, según se cree, esta podría adoptar los caracteres propios de los hombres
18 nov 2008
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