2 abr 2009

El Antropólogo Inocente, Nigel Barley

Siento tener esto tan abandonado, pero no me queda mucho tiempo para dedicar a leer y escribir otras cosas que no sean para la facultad. Así que de aquí a final de curso es bastante probable que no escriba más que un par de nuevos posts, a menos que cambie la cosa...

Hoy voy a escribir acerca del libro "El antropólogo inocente", de Nigel Barley. Hace poco mas de un mes que lo compré y en cuanto comencé a leerlo, el día siguiente de tenerlo, no pude parar hasta terminarlo. El libro es entretenido, gracioso y muy fácil de leer, cosas ambas difíciles de encontrar dentro de los libros que tratan temas antropológicos. Pero claro, este no es un libro de antropología al uso. No estamos hablando de una monografía clásica al estilo malinowskiano, sino de un acto, sobre todo, de reflexividad del propio autor. Por ello, no voy a resumir el propio libro, ya que sería como contar el final de una película o de una novela, sino que intentaré comentar aspectos metodológicos que me parecieron interesantes.

El primero, como ya comenté, es el contínuo esfuerzo reflexivo que hace el autor a lo largo de toda la obra. De hecho, el libro puede entenderse casi como un soliloquio, como un diálogo interno del propio autor donde se analiza toda la trayectoria de un trabajo de campo. Aspectos totalmente olvidados y omitidos por la mayoría de los antropólogos a lo largo de la historia como pueden ser la decisión de qué se estudia, el viaje al lugar estudiado, el papeleo, las ayudas necesarias para financiar todo el estudio, la propia estancia en el campo, sus sentimientos hacia los individuos estudiados, etc. son aquí el centro de la obra. Son contados además con un humor y una prosa envidiables, que no solo te arrancarán una sonrisa, sino más de una carcajada. Podríamos decir, haciendo un arriesgado paralelismo, que Barley ha publicado y dado importancia a lo que Malinowski guardó en sus diarios de campo que más tarde salieron a la luz sin su consentimiento, y que tanta polémica crearon.

Las relaciones personales quedan en el libro al descubierto. Este aspecto también ha sido poco tratado o incluso invisibilizado en la literatura antropológica, que muchas veces saldaba la relación con los informantes con una mera dedicatoria en el libro. Sin embargo, Barley nos cuenta cómo todos y cada uno de los miembros de la sociedad dowaya tenía sus intereses en sus relaciones con él. Incluído el "informante clave", figura casi mítica dentro de la antropología. Todos esperaban una reciprocidad a cambio de su presencia en el poblado, y el no tenía más remedio que acceder a saldar esta deuda no contraída. Habla también de cómo pagar a un informante se convierte a veces en la única forma de conseguir información, al menos, información veraz, y no meros comentarios sobre un tema. Las envidias entre el jefe dowayo y su persona en determinados momentos, deja claro cómo el antropólogo, al entrar en un pueblo, en una comunidad, no tiene más remedio que participar de su idiosincrasia, y aquí el concepto de observación participante, se ve más marcada que nunca, pues el antropólogo es una gente externo, que penetra en la sociedad de forma repentina y se convierte en una novedad para los habitantes, pero que irremediablemente termina formando parte de la vida de éstas personas y por lo tanto será el mismo objeto de discusiones, envidias, y temores, pero también de relaciones afectuosas y amistosas.

Los problemas de acceso son un punto fuerte del libro. Desde los permisos burocráticos del país al que se dirige, llegando a perder meses solo en esto, hasta el aprendizaje de una lengua totalmente ajena y desconocida al investigador. El lenguaje tonal se le resiste hasta límites insospechados, llegando a crear situaciones realmente absurdas (y muy graciosas). Todo esto, claro, hacía sospechar a los dowayos, que creen que el hombre blando lo sabe absolutamente todo. O al menos sabe todo lo que ellos pueden llegar a saber. Así que la incompetencia de Barley era vista por los dowayos con desconfianza, pues pensaban que el investigador estaba de alguna forma haciéndose el tonto con algún fin que ellos no lograban comprender. Esto se unía a la creencia de los nativos de que el investigador era en realidad un espíritu antepasado reencarnado que en cualquier momento se sacaría su disfraz de hombre blanco para mostrarle a todo el pueblo quién era en realidad.

Otro problema de acceso que el autor describe y que tiene gran importancia es el poco valor que los propios dowayos dan a sus costumbres y a su cultura. Este era el motivo por el cual cada vez que eran preguntados por aspectos de su cultura, ellos respondían vagamente, sin dar apenas detalles y explicando sus costumbres de forma tautológica (este ritual de la lluvia es así para atraer la lluvia). Como se comentó anteriormente, no solo suponían que el investigador debía saberlo todo sobre su cultura, sino que además no debía parecerle ni interesante ni digna de estudiar. Esto hacía del trabajo del antropólogo algo muy cansado, agotador, ya que cada pequeña fracción de información cultural, tenía que ser sacada de los individuos de forma muy costosa. Además, resultado de esta baja autoestima cultural, por llamarla de algún modo, los dowayos omitían consciente o inconscientemente aspectos de los rituales, de su simbología o de su forma de vida, que para el antropólogo eran sumamente importantes y significativos. Y solo después de meses de convivencia, de casualidades y de la propia pericia del autor, pudo descubrir y hacerse una idea mas o menos clara de muchas de las cosas que allí sucedían y porqué.

El libro, como veis, es un mar de ejemplos muy didácticos. Además, muestra de una forma muy clara y directa en qué consiste el tan sobrevalorado "trabajo de campo" entendido a la manera tradicional, tal como el propio Malinowski describió. No hay lugar aquí para idealizaciones; todo este trabajo es mostrado tal y como se presenta al propio investigador; enfermedades, problemas burocráticos, personales, de transporte, de alimentación, etc se vuelven el centro del trabajo de campo. El objetivo que en un primer momento parece primordial y único, se convierte casi en algo terciario, después de conseguir una buena salud, un sitio donde vivir y, primeramente, llegar al poblado al que te diriges y ser aceptado allí.

Es, como dije, un libro de fácil lectura. Muy amena y divertida, pero que esconde detrás de esto muchas grandes verdades acerca de qué es la antropología. Y aunque sea una lectura por este motivo recomendada a todxs lxs antropólogxs, es también una lectura muy buena en sí misma como novela de viaje o aventuras, por lo que desde aquí, se la recomiendo encarecidamente a todo el mundo.

7 comentarios:

Esteban S dijo...

Muy interesante, realmente. Por desgracia unos cuantos de nuestros colegas aprovecharon lecturas como esta para hacer de la confesión etnográfica un nuevo género detras del cual esconderse.
Un saludo grande.

Júlio de Freitas Taylor dijo...

No sé si realmente eso que Esteban llama "confesión etnográfica" sea un genero como tal. Creo sí, muy importante que la antropología rompa la suficiencia que le caracterizó y se permita la intersubjetividad. A mí este libro de Barley me gustó mucho, no puedo decir lo mismo de los que le siguieron: Una plaga de orugas, bailando sobre la tumba, etc; pese a los fuertes visos etnocéntricos que a veces destaca.
Una cosa es segura, no es fácil escribir textos de esta naturaleza, por lo que no creo que quien lo escriba pueda esconderse en ellos, aunque seguramente, en esa suerte de relativismo y de "vale todo" con el que puede ser (mal) entendida la intersubjertividad, más de un pésimo antropólogo o de un mal interesado practicante puede justificar sus desaciertos y hasta su falta de escrúpulos.

MaPaChE! dijo...

I love Barley... muy grosso el tipo!

480r1g3n dijo...

Yo tampoco sabría decir si es un género dentro de la literatura antropológica, de hecho parece que no existen muchos más libros parecidos. Y si existiese y se hiciese bien, no sé porque hemos de despreciarlos de primera.

Yo no leí el resto de obras suyas, aunque si tengo tiempo en verano lo haré, para ver que tal están.

Y Júlio, estoy de acuerdo también contigo en la última parte de tu comentario. El primero que se me viene a la mente es el tan querido Geertz, que tiene sus cosas buenas, pero cuando se pone espeso, no hay quien lo entienda.

Júlio de Freitas Taylor dijo...

Saludos,
Gracias por visitar mi blog. Tenés razón, he colocado en mi blog algunas fotos sin acompañarlas de ningún comentario. Me ha faltado tiempo para colocar algunos textos; sólo el primer post tiene uno que es un fragmento de mi diario de campo. Mi otro blog tenía más de tres años y muchos post, sólo que un dia decidí borrarlo todo. Hasta luego!

Anónimo dijo...

si pz la obra es tan xida es mui pero mui graciosa me encanta

ines diaz dijo...

Me encantó este libro.
Acabo de descubrir el blog y me gusta mucho.
Un saludo!