"La naturaleza del hombre es su cultura" se dice habitualmente. Y en cierto modo parece ser cierto. A nivel biológico y evolutivo parece que se ha primado un órgano por encima de otros que es el que nos diferencia de otros primates evolutivamente muy cercanos a nosotros. Éste órgano es el cerebro, que después una primera fase de bipedización que era necesaria para dejar las manos libres y así poder establecer una relación de feedback con el cerebro para aumentar poco a poco habilidad y tamaño cerebral. Todas estas nuevas habilidades fueron precisamente acumulándose poco a poco hasta crear un cúmulo de costumbres, herramientas, modos de actuar y comportarse en torno a las actividades básicas de la vida como son el nacimiento, la procreación, la muerte o la alimentación que a medida que fueron creciendo en número los grupos sociales se hizo cada vez más y más complejo. Todo este conjunto de "ideas, costumbres y cacharros", tal como un antropólogo definió la cultura humana, son propios de cada cultura particular, pero toda sociedad o pueblo tiene su propia cultura. Esto que podría parecer una aclaración un tanto tautológica tiene su importancia, como veremos un poco más adelante. Toda esta acumulación de saberes precisaba básicamente de dos cosas; a nivel físico o biológico de un órgano especializado que pudiese en primer lugar entender y en segundo acumular toda esta información. Esto lo soluciona la evolución con el neocórtex cerebral que es único en el ser humano, es decir, de algún modo parece que nuestro cerebro se especializa en la cultura. La segunda necesidad para que esto se lleve a cabo es la de transmitirlo, y para ello el ser humano ha sido dotado tras años de evolución con la capacidad física y neurológica del lenguaje humano materializado en las miles de lenguas presentes en todo el mundo.
Aquí pueden surgir los primeros comentarios o problemas. Efectivamente existen especies de animales con algún tipo de lenguaje, sea este a través de gestos, movimientos o sonidos, con el que son capaces de transmitir cierta información. Incluso se puede llegar a afirmar la existencia de cierta cultura en sociedades de primates que, viviendo en diferentes lugares, han llegado a soluciones distintas al mismo problema. Todas estas afirmaciones no se niegan, ya que de hecho son ciertas. Además, en muchas ocasiones se han utilizado los argumentos de la cultura y el lenguaje para justificar actitudes antropocéntricas y especistas hacia otros animales. Incluso como se sugiere a veces olvidando además que el ser humano también es al fin y al cabo un animal.
¿Como se soluciona el problema entonces? Personalmente creo que admitiendo una diferencia de grado que cualquiera puede observar. Seguramente el lenguaje más complejo del reino animal sea el de los delfines y aunque no se puede entender qué es lo que se dicen, si se han encontrado dos diferentes formas de comunicación; mediante una especie de chasquidos y mediante ultrasonidos. Aún con lo complejo que parece ser esta forma de comunicación, no parece haber indicios de que se utilice para nada más que para transmitir información básica referente a la subsistencia. El enrevesado lenguaje de las abejas solo sirve también para indicar con cierta exactitud la situación de polen. Sin querer minimizar estos modos de comunicación, todavía no se ha visto a ningún animal transmitirle una nueva receta, contarle lo que le sucedió el día anterior y, ni mucho menos, crear juegos basados en el lenguaje. Es precisamente esta especialización que ha sufrido el ser humano la que lo diferencia de otras especies animales. Evidentemente, esta capacidad humana no hace al ser humano mejor ni peor que otras especies, ni le da derecho para explotar, torturar o aprovecharse de los recursos naturales o de otros animales. Tampoco para creerse el centro del universo o de las criaturas vivientes del planeta. Todo esto es aplicable también al caso de la cultura.
Las muestras de cultura de las que se pueden ver ejemplos en la naturaleza, difícilmente se pueden definir como tal. Las diferentes soluciones que se dan al mismo problema en primates de la misma especie en distintos lugares son efectivamente algo adquirido, por lo tanto inventado y creado por ellos mismos. El problema parece ser que surge a la hora de la transmisión de estos conocimientos. Una innovación perdura como mucho una o dos generaciones, aunque en ocasiones han perdurado bastante tiempo. Esto está relacionado con la capacidad de transmisión de la información; sin un lenguaje suficientemente rico, no se puede transmitir la nueva información de un modo efectivo. Estas nuevas técnicas se aprenden por imitación, y es suficiente con que muera el individuo que lo ha descubierto o que otros individuos más torpes que él no sepan llevar a cabo la acción, para que se vuelva a perder. Por lo tanto esta cultura sería una de un tipo muy rudimentario en el que los principios básicos de acumulación y transmisión no se cumplen en muchos casos. Ejemplos de diferentes soluciones entre aves han sido también estudiados y parecen seguir el mismo ejemplo que el de los primates, aunque existe un mayor debate sobre si se trata de algo innato o algo adquirido. Sea como fuese, la diferencia de grado sigue siendo notable. El número de conocimientos que se adquieren son muy pocos, por no decir que se reducen a un par de ellos como mucho en cada caso. Además, el conocimiento y la información que se transmiten sigue haciendo referencia a la subsistencia de los individuos y en ningún caso parecen existir ritos simbólicos mínimamente articulados, por ejemplo, aspecto presente en toda cultura humana, aun en las tenidas tradicionalmente como "simples".
La conclusión es, por lo tanto, que así como los guepardos corren a 110 km por hora, o el 90% de especies que habitan las fosas abisales poseen algún tipo de bioluminiscencia, el ser humano ha desarrollado una capacidad para acumular conocimientos y saberes que hacen de su vida social algo complejo y a la vez totalmente necesario para su subsistencia. Por este motivo podemos decir que efectivamente, la naturaleza humana es en realidad su capacidad para la organización social, y por lo tanto, la cultura.